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Carrera de zapatillas

Había llegado por fin el gran día. Todos los animales del bosque se levantaron temprano porque ¡era el día de la gran carrera de zapatillas! A las nueve ya estaban todos reunidos junto al lago. También estaba la jirafa, la más alta y hermosa del bosque. Pero era tan presumida que no quería ser amiga de los demás animales, así que comenzó a burlarse de sus amigos:

– Ja, ja, ja, ja, se reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta.

– Jo, jo, jo, jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo.

– Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan larga.

Y entonces, llegó la hora de la largada. El zorro llevaba unas zapatillas a rayas amarillas y rojas. La cebra, unas rosadas con moños muy grandes. El mono llevaba unas zapatillas verdes con lunares anaranjados. La tortuga se puso unas zapatillas blancas como las nubes. Y cuando estaban a punto de comenzar la carrera, la jirafa se puso a llorar desesperada. Es que era tan alta, que ¡no podía atarse los cordones de sus zapatillas!

– “Ahhh, ahhhh, ¡qué alguien me ayude!” – gritó la jirafa.

Y todos los animales se quedaron mirándola. El zorro fue a hablar con ella y le dijo:

– “Tú te reías de los demás animales porque eran diferentes. Es cierto, todos somos diferentes, pero todos tenemos algo bueno y todos podemos ser amigos y ayudarnos cuando lo necesitemos”.

Entonces la jirafa pidió perdón a todos por haberse reído de ellos. Pronto vinieron las hormigas, que treparon por sus zapatillas para atarle los cordones. Finalmente, se pusieron todos los animales en la línea de partida. En sus marcas, preparados, listos, ¡YA! Cuando terminó la carrera, todos festejaron porque habían ganado una nueva amiga que además había aprendido lo que significaba la amistad.

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El árbol que no sabía quién era

Había una vez un jardín muy hermoso en el que crecían todo tipo de árboles maravillosos. Algunos daban enormes naranjas llenas de delicioso jugo; otros riquísimas peras que parecían azucaradas de tan dulces que eran. También había árboles repletos de dorados melocotones que hacían las delicias de todo aquel que se llevaba uno a la boca.

Era un jardín excepcional y los frutales se sentían muy felices. No sólo eran árboles sanos, robustos y bellos, sino que además, producían las mejores frutas que nadie podía imaginar.

Sólo uno de esos árboles se sentía muy desdichado porque, aunque sus ramas eran grandes y muy verdes, no daba ningún tipo de fruto. El pobre siempre se quejaba de su mala suerte.

– Amigos, todos vosotros estáis cargaditos de frutas estupendas, pero yo no. Es injusto y ya no sé qué hacer.

El árbol estaba muy deprimido y todos los días repetía la misma canción. Los demás le apreciaban mucho e intentaban que recuperara la alegría con palabras de ánimo. El manzano, por ejemplo, solía hacer hincapié en que lo importante era centrarse en el problema.

– A ver, compañero, si no te concentras, nunca lo conseguirás. Relaja tu mente e intenta dar manzanas ¡A mí me resulta muy sencillo!

Pero el árbol, por mucho que se quedaba en silencio y trataba de imaginar verdes manzanas naciendo de sus ramas, no lo conseguía.

Otro que a menudo le consolaba era el mandarino, quien además insistía en que probara a dar mandarinas.

– A lo mejor te resulta más fácil con las mandarinas ¡Mira cuántas tengo yo! Son más pequeñas que las manzanas y pesan menos… ¡Venga, haz un esfuerzo a ver si lo logras!

Nada de nada; el árbol era incapaz y se sentía fatal por ser diferente y poco productivo.

Un mañana un búho le escuchó llorar amargamente y se posó sobre él. Viendo que sus lágrimas eran tan abundantes que parecían gotas de lluvia, pensó que algo realmente grave le pasaba. Con mucho respeto, le habló:

– Perdona que te moleste…  Mira, yo no sé mucho acerca de los problemas que tenéis los árboles pero aquí me tienes por si quieres contarme qué te pasa. Soy un animal muy observador y quizá pueda ayudarte.

El árbol suspiró y confesó al ave cuál era su dolor.

– Gracias por interesarte por mí, amigo. Como puedes comprobar en este jardín hay cientos de árboles, todos bonitos y llenos de frutas increíbles excepto yo… ¿Acaso no me ves?  Todos mis amigos insisten en que intente dar manzanas, peras o mandarinas, pero no puedo ¡Me siento frustrado y enfadado conmigo mismo por no ser capaz de crear ni una simple aceituna!

El búho, que era muy sabio comprendió el motivo de su pena y le dijo con firmeza:

– ¿Quieres saber mi opinión sincera?  ¡El problema es que no te conoces a ti mismo! Te pasas el día haciendo lo que los demás quieren que hagas y en cambio no escuchas tu propia voz interior.

El árbol puso cara de extrañeza.

– ¿Mi voz interior? ¿Qué quieres decir con eso?

– ¡Sí, tu voz interior! Tú la tienes, todos la tenemos, pero debemos aprender a escucharla. Ella te dirá quién eres tú y cuál es tu función dentro de este planeta. Espero que medites sobre ello porque ahí está la respuesta.

El búho le guiñó un ojo y sin decir ni una palabra más alzó el vuelo y se perdió en la lejanía.

El árbol se quedó meditando y decidió seguir el consejo del inteligente búho. Aspiró profundamente varias veces para liberarse de los pensamientos negativos e intentó concentrarse en su propia voz interior. Cuando consiguió desconectar su mente de todo lo que le rodeaba, escuchó al fin una vocecilla dentro de él que le susurró:

– Cada uno de nosotros somos lo que somos ¿Cómo pretendes dar peras si no eres un peral? Tampoco podrás nunca dar manzanas, pues no eres un manzano, ni mandarinas porque no eres un mandarino. Tú eres un roble y como roble que eres estás en el mundo para cumplir una misión distinta pero muy importante: acoger a las aves entre tus enormes ramas y dar sombra a los seres vivos en los días de calor ¡Ah, y eso no es todo! Tu belleza  contribuye a alegrar el paisaje y eres una de las especies más admiradas por los científicos y botánicos ¿No crees que es suficiente?

En ese momento y después de muchos meses, el árbol triste se alegró. La emoción recorrió su  tronco porque al fin comprendió quién era y que tenía una preciosa y esencial labor que cumplir dentro de la naturaleza.

Jamás volvió a sentirse peor que los demás y logró ser muy feliz el resto de su larga vida.

Moraleja: Cada uno de nosotros tenemos unas capacidades diferentes  que nos distinguen de los demás. Trata de conocerte a ti mismo y de sentirte orgulloso de lo que eres en vez tratar de ser lo que los demás quieren que seas.

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Misterio en la biblioteca

📙 Afición a leer 📙

Enseñanza: Para descubrir la afición de leer basta con empezar a leer buenas historias, aunque se empiece sin muchas ganas

Ambientación: Una biblioteca

Personajes: Un malvado muy tonto

📙 Alguien estaba matando libros. Cada mañana aparecía un nuevo libro abierto en la biblioteca, con todas sus hojas completamente en blanco. Nadie sospechaba que el asesino era el malvado Zepo Rete, quien por la noche vaciaba los libros con un aspirador de letras. Luego las llevaba sigiloso hasta su guarida, donde con un increíble exprimidor de palabras elaboraba una especie de zumo mágico.

Y es que Zepo Rete siempre había sido muy malo, pero también muy tonto, y cuando se enteró de que los libros hacían a las personas más listas, decidió exprimirlos para bebérselos, y así volverse listo.

Pero los libros no se beben, ni se mastican, sino que necesitan ser leídos, y cuando Zepo Rete comenzó a beber sus zumos de libro, se llenó de historias y palabras que necesitaban ser leídas. Y las palabras, que sí son muy listas, descubrieron que solo podrían ser leídas si viajaban por el cuerpo hasta llegar a la piel de Zepo Rete, que se convirtió en un inmenso tatuaje lleno de miles de letras.

Probó con cientos de jabones y lejías antes de descubrir que la única forma de quitarse las letras era leyéndolas. Así que, aunque no quería leer ni una palabra, no le quedó otro remedio, y leyó su propia piel durante semanas y semanas para librarse de todos aquellos libros que había matado.

Entonces, ¿así es como terminó el misterio del asesino de libros? ¡Nada de eso! Aún hoy cada mañana sigue apareciendo un nuevo libro vacío en la biblioteca, sin que nadie sepa cómo ni por qué.

¿Lo adivináis? Pues sí, sigue siendo Zepo Rete, que continúa aspirando sus letras y bebiendo su zumo, pues ha descubierto que nada le gusta más que leer todos esos libros sobre su piel. Y, como es verdad que se ha vuelto mucho más listo, sigue exprimiendo libros cada noche sin que nadie le pille…

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Una playa con sorpresa

🏝 Actitud positiva 🏝

Enseñanza: Se puede tener buen carácter a pesar de las dificultades o aunque nos ocurran cosas que nos disgustan

Ambientación: Una playa

Personajes: Una niña y un cangrejo

🏝 No había nadie en aquella playa que no hubiera oído hablar de Pinzaslocas, terror de pulgares, el cangrejo más temido de este lado del mar. Cada año algún turista despistado se llevaba un buen pellizco que le quitaba las ganas de volver. Tal era el miedo que provocaba en los bañistas, que a menudo se organizaban para intentar cazarlo. Pero cada vez que creían que lo habían atrapado reaparecían los pellizcos unos días después, demostrando que habían atrapado al cangrejo equivocado.

El caso es que Pinzaslocas solo era un cangrejo con muy mal carácter, pero muy habilidoso. Así que, en lugar de esconderse y pasar desapercibido como hacían los demás cangrejos, él se ocultaba en la arena para preparar sus ataques.Y es que Pinzaslocas era un poco rencoroso, porque de pequeño un niño le había pisado una pata y la había perdido. Luego le había vuelto a crecer, pero como era un poco más pequeña que las demás, cada vez que la miraba sentía muchísima rabia.

Estaba recordando las maldades de los bañistas cuando descubrió su siguiente víctima. Era un pulgar gordísimo y brillante, y su dueño apenas se movía. ¡Qué fácil! así podría pellizcar con todas sus fuerzas. Y recordó los pasos: asomar, avanzar, pellizcar, soltar, retroceder y ocultarse en la arena de nuevo. ¡A por él!

Pero algo falló. Pinzaslocas se atascó en el cuarto paso. No había forma de soltar el pulgar. El pellizco fue tan fuerte que atravesó la piel y se atascó en la carne. ¿Carne? No podía ser, no había sangre. Y Pinzaslocas lo comprendió todo: ¡había caído en una trampa!

Pero como siempre Pinzaslocas estaba exagerando. Nadie había sido tan listo como para prepararle una trampa con un pie falso. Era el pie falso de Vera, una niña que había perdido su pierna en un accidente cuando era pequeña. Vera no se dio cuenta de que llevaba a Pinzaslocas colgado de su dedo hasta que salió del agua y se puso a jugar en la arena. La niña soltó al cangrejo, pero este no escapó porque estaba muerto de miedo. Vera descubrió entonces la pata pequeñita de Pinzaslocas y sintió pena por él, así que decidió ayudarlo, preparándole una casita estupenda con rocas y buscándole bichitos para comer.

¡Menudo festín! Aquella niña sí sabía cuidar a un cangrejo. Era alegre, divertida y, además, lo devolvió al mar antes de irse.

– Qué niña más agradable -pensó aquella noche- me gustaría tener tan buen carácter. Si no tuviera esta patita corta…

Fue justo entonces cuando se dio cuenta de que a Vera no le había vuelto a crecer su pierna, y eso que los niños no son como los cangrejos y tienen solo dos. Y aún así, era un encanto. Decididamente, podía ser un cangrejo alegre aunque le hubieran pasado cosas malas.

El día siguiente, y todos los demás de aquel verano, Pinzaslocas atacó el pie de Vera para volver a jugar todo el día con ella. Juntos aprendieron a cambiar los pellizcos por cosquillas y el mal carácter por buen humor. Al final, el cangrejo de Vera se hizo muy famoso en aquella playa aunque, eso sí, nadie sospechaba que fuera el mismísimo Pinzaslocas. Y mejor que fuera así, porque por allí quedaban algunos que aún no habían aprendido que no es necesario guardar rencor y tener mal carácter, por muy fuerte que un cangrejo te pellizque…

🏝 Un minuto para pensar…

A Pinzaslocas y a Vera les han ocurrido desgracias parecidas ¿Quién te parece que ha afrontado mejor su situación? ¿Cómo imaginas que habrá sido la vida de Vera? Probablemente Vera y el cangrejo dan importancia a cosas distintas ¿A qué crees que le ha dado más importancia cada uno para ser como son?

🏝 Una buena conversación

Comenta con tu hijo alguna vez en la que el rencor y el deseo de venganza hayan sido tan fuertes que te hayan llevado a hacer algo de lo que luego te hayas arrepentido, como apartarte de seres queridos. Y comenta también algún caso contrario, en el que haber sabido perdonar te haya hecho sentir mejor. Explícale cómo te sentías cada una de las veces, para que sea capaz de identificar esas situaciones y elegir la mejor opción.

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La corta historia de los libros largos

📕 Iniciar en la lectura 📕

Enseñanza: El amor por los libros y la lectura debe inculcarse poco a poco, respectando la edad y el desarrollo de los niños

Ambientación: Cualquier librería o biblioteca modernas

PersonajesLibros para adultos y libros para niños

📕 Los pequelibros estaban tristes. Esta vez los grandes y famosos libros no solo se habían reído de ellos, los habían echado.

– Pero si casi no se os puede llamar libros. Apenas tenéis letras y sois todo dibujos – había dicho un libro de montones y montones de páginas de letra diminuta.

– No dejaremos que os coloquen a nuestro lado en la librería. ¡Sois libros de mentira! -dijo otro, muy serio y elegante.

Pobres pequelibros: ni siquiera les dejaron un rinconcito en las librerías, ni en las bibliotecas. Acabaron amontonados en desvanes y almacenes.

Los grandes libros estaban contentísimos. En las librerías ya solo entraba gente adulta e inteligente porque ya no había allí nada que atrajera a los revoltosos niños. Estos se quedaban en la puerta, así que los libros ya no tenían miedo de que los agarraran sin cuidado o les arrancaran y ensuciaran las hojas.

Pasaron los años, y todos aquellos niños que no habían entrado en una biblioteca se hicieron adultos.

– Ahora ya pueden entrar a conocernos y admirar nuestra sabiduría- pensaron los grandes libros.

Pero no. Esos adultos que habían crecido sin pequelibros no tenían ningún interés en los grandes libros. ¡Eran demasiado largos! ¿Cómo iban a leer tantas páginas de golpe, si nunca habían leído nada?

Los grandes libros estaban desesperados. Las librerías cerraban, las bibliotecas parecían abandonadas ¡nadie leía! Se reunieron todos, leyeron y leyeron millones de sus propias páginas y descubrieron que aquello solo tenía una solución: tendrían que pedir perdón a los pequelibros, hacerles volver y colocarlos en los mejores estantes.

Así consiguieron salvarse, haciendo leer a los niños poquito a poco, para que crecieran como adultos que amasen los grandes libros. Y para que nadie olvidase lo que había estado a punto de ocurrir, escribieron la historia en este pequelibro, y se lo regalan a todos los que miran a los libros con pocas palabras y llenos de dibujos como si no fueran libros.

📕 Un minuto para pensar…

A veces quienes se sienten importantes, como los libros para adultos, no se dan cuenta de que necesitan de otros para serlo ¿A quién necesitas tú? ¿Quién te ha ayudado a hacer aquellas cosas por las que sientes más orgullo? ¿Se lo has agradecido, o ni siquiera te habías dado cuenta? Esta puede ser una buena ocasión para pedir perdón y dar las gracias

📕 Una buena conversación

Siempre hay libros que han marcado nuestro aprendizaje y personalidad. Háblale a tu hijo del primer libro que recuerdes: trata de encontrarlo y buscar información sobre él y leerlo juntos, y cuéntale por qué te marcó tanto. Haz lo mismo con otros libros que te hayan dejado huella: los hijos admiran aquello de lo que sus padres hablan con pasión.

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El extraño profe que no quería a sus alumnos

👨‍🏫 Amor y perdón 👨‍🏫

Enseñanza: El amor es la fuerza más poderosa para cambiar a las personas

Ambientación: La escuela de un pequeño pueblo

Personajes: Un profesor y sus alumnos

👨‍🏫 Había una vez un ladrón malvado que, huyendo de la policía, llegó a un pequeño pueblo llamado Sodavlamaruc, donde escondió lo robado y se hizo pasar por el nuevo maestro y comenzó a dar clases con el nombre de Don Pepo.

Como era un tipo malvado, gritaba muchísimo y siempre estaba de mal humor. Castigaba a los niños constantemente y se notaba que no los quería ni un poquito. Al terminar las clases, sus alumnos salían siempre corriendo. Hasta que un día Pablito, uno de los más pequeños, en lugar de salir se le quedó mirando en silencio. Entonces acercó una silla y se puso en pie sobre ella. El maestro se acercó para gritarle pero, en cuanto lo tuvo a tiro, Pablito saltó a su cuello y le dio un gran abrazo. Luego le dio un beso y huyó corriendo, sin que al malvado le diera tiempo a recuperarse de la sorpresa.

A partir de aquel día, Pablito aprovechaba cualquier despiste para darle un abrazo por sorpresa y salir corriendo antes de que le pudiera pillar. Al principio el malvado maestro se molestaba mucho, pero luego empezó a parecerle gracioso. Y un día que pudo atraparlo, le preguntó por qué lo hacía:

– Creo que usted es tan malo porque nunca le han querido. Y yo voy a quererle para que se cure, aunque no le guste.

El maestro hizo como que se enfadaba, pero en el fondo le gustaba que el niño le quisiera tanto. Cada vez se dejaba abrazar más fácilmente y se le notaba menos gruñón. Hasta que un día, al ver que uno de los niños llevaba varios días muy triste y desanimado, decidió alegrarle el día dándole él mismo un fuerte abrazo.

En ese momento todos en la escuela comenzaron a aplaudir y a gritar

– ¡Don Pepo se ha hecho bueno! ¡Ya quiere a los niños!

Y todos le abrazaban y lo celebraban. Don Pepo estaba tan sorprendido como contento.

– ¿Le gustaría quedarse con nosotros y darnos clase siempre?

Don Pepo respondió que sí, aunque sabía que cuando lo encontraran tendría que volver a huir. Pero entonces aparecieron varios policías, y junto a ellos Pablito llevando las cosas robadas de Don Pepo.

– No se asuste, Don Pepo. Ya sabemos que se arrepiente de lo que hizo y que va a devolver todo esto. Puede quedarse aquí dando clase, porque, ahora que ya quiere a los niños, sabemos que está curado.

Don Pepo no podía creérselo. Todos en el pueblo sabían desde el principio que era un ladrón y habían estado intentado ayudarle a hacerse bueno. Así que decidió quedarse allí a vivir, para ayudar a otros a darle la vuelta a sus vidas malvadas, como habían hecho con la suya. Y así, dándole la vuelta, entendió por fin el rarísimo nombre de aquel pueblo tan especial, y pensó que estaba muy bien puesto.

👨‍🏫 Un minuto para pensar…

¿Te gusta sentirte querido? ¿Cómo crees que se sienten las personas a las que no quiere nadie? ¿Le muestras tu cariño a las personas que te rodean, como la familia y los compañeros? ¿Has pensado que a lo mejor hay alguien que está deseando que le des un abrazo pero no se atreve a pedirlo? ¿Te ha pasado a ti alguna vez?

👨‍🏫 Una buena conversación

Cuéntale a tu hijo alguna experiencia personal en la que la falta de cariño te provocaran rabia y enfado, y explícale qué consecuencias tuvo o cómo lo resolviste. Coméntale también alguna ocasión en que el apoyo y el cariño de otras personas te hayan ayudado a dar lo mejor de ti.

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Chocolate y felicidad

🍫 Alegría y generosidad 🍫

Enseñanza: La felicidad que se consigue recibiendo cosas es pasajera, la verdadera felicidad se encuentra haciendo más felices a los demás

Ambientación: Una tierra mágica lejana en el tiempo

Personajes: Dos duendes y una niña

🍫 Hace tanto tiempo que ya nadie se acuerda de que hubo una época en la que cada niño vivía con un duendecillo de la felicidad que lo acompañaba desde el día de su nacimiento. Los duendecillos se alimentaban de la alegría de los niños, y por eso eran expertos inventores de juguetes y magníficos artistas capaces de provocar las mejores sonrisas.

Con el paso de los años, los duendes mejoraron sus inventos y espectáculos, pero la alegría que conseguían era cada vez más breve. Por más que hicieran, los niños se volvían gruñones y exigentes cada vez más temprano. Todo les parecía poco y siempre querían más. Y ante la escasez de felicidad, los duendes comenzaron a pasar hambre.

Pero cuando pensaban que todo estaba perdido, apareció la pequeña Elsa. Elsa había sido una niña muy triste, pero de pronto se convirtió en las más poderosa fuente de alegría. Ella sola bastaba para alimentar cientos de duendes. Pero cuando quisieron felicitar a su duende, el pequeño Flop, no lo encontraron por ningún sitio. Por más que buscaron no hubo suerte, y cuando lo dieron por muerto, decidieron sustituirlo por Pin, el mejor duende de todos.

Pin descubrió enseguida que Elsa era diferente. Ella no disfrutaba mucho con los regalos y maravillas de su duende. Regalaba a otros niños la mayoría de juguetes que recibía de Pin, y nunca dejaba que su duende actuase solo para ella. Vamos, que parecía que su propia alegría le importaba mucho menos que la de los demás niños y a Pin le preocupaba que con esa actitud se pudiera ir gastando toda su energía.

Una noche, mientras Pin descansaba en su cama de duende, sintió algo extraño bajo el colchón, y al levantarlo descubrió la ropa de Flop, cubierta de chocolate dorado. Como todos los duendes, Pin conocía las leyendas sobre el chocolate dorado, pero pensaba que eran mentira. Ahora, viendo que podían ser ciertas, Pin corrió hacia la cama en que dormía Elsa y miró a través de sus ojos. ¡Allí estaba Flop, regordete de tanta felicidad! Pin sabía que desde dentro Flop no podía verle, pero volvió a su cama feliz por haber encontrado a su amigo, y por haber descubierto el secreto de la felicidad de Elsa: Flop la había convertido desde dentro en un duendecillo de la felicidad, y ahora que estaba tan ocupada haciendo felices a otros se había convertido en una niña verdaderamente feliz.

Los días siguientes Pin investigó cuanto pudo sobre el chocolate dorado para enseñar a los demás duendes cómo hacer el mismo viaje. Bastaba con elegir un niño triste, posarse en su mano mientras dormía, darle un fuerte abrazo, y desear ayudarlo con todas sus fuerzas.
Así fue como Pin se convirtió en un bombón dorado. Y a la mañana siguiente aquel niño triste se lo comió.

Aunque sabía que no le dolería, pasó muchísimo miedo, al menos hasta que le tocó la lengua, porque a partir de ese momento sintió las cosquillas más salvajes y rió y rió y rió… hasta que estalló de risa. Y entonces apareció en el alma de aquel niño triste, dispuesto a convertirlo en un auténtico duendecillo de la felicidad ayudando a otros a ser más felices.

Los demás duendes no tardaron en imitar a Pin y a Flop, y pronto cada niño tuvo en su interior un duendecillo de la felicidad. El mismo que aún hoy nos habla todos los días para decirnos que para ser verdaderamente felices hay que olvidarse un poco de las propias diversiones y hacer algo más por los demás.

🍫 Un minuto para pensar…

¿Qué sientes cuando ayudas a alguien y ves que se alegra muchísimo? ¿Y cuando lo recuerdas algún tiempo después? ¿En qué se diferencia de cuando tomas tu plato favorito o te regalan un juguete? ¿Pueden el recuerdo de una comida o un juguete alegrar tanto como el de haber ayudado a alguien? Sin embargo, ¿qué cuesta más al principio, recibir regalos o alegrar a los demás?

🍫 Una buena conversación

Cuéntale a tu hijo algo que hicieras por alguien y por lo que sientas un orgullo especial, especialmente si tuviste que hacer alguna renuncia. Explícale los detalles y las dificultades que tuviste que superar o que podrían haber impedido que lo hicieras y la importancia que tiene que un buen recuerdo como ese forme ahora parte de tu vida.

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Los malos vecinos

🙋‍ Comunicación 🙋‍

Enseñanza: No debemos juzgar las intenciones de los demás ni inventarlas. Hablando es como se entiende la gente y se aclaran multitud de problemas

Ambientación: Las casas de dos vecinos

Personajes: Dos vecinos

🙋‍ Había una vez un hombre que salió un día de su casa para ir al trabajo, y justo al pasar por delante de la puerta de la casa de su vecino, sin darse cuenta se le cayó un papel importante. Su vecino, que miraba por la ventana en ese momento, vio caer el papel, y pensó:

– ¡Qué descarado, el tío va y tira un papel para ensuciar mi puerta, disimulando descaradamente!

Pero en vez de decirle nada, planeó su venganza, y por la noche vació su papelera junto a la puerta del primer vecino. Este estaba mirando por la ventana en ese momento y cuando recogió los papeles encontró aquel papel tan importante que había perdido y que le había supuesto un problemón aquel día.

Estaba roto en mil pedazos, y pensó que su vecino no sólo se lo había robado, sino que además lo había roto y tirado en la puerta de su casa. Pero no quiso decirle nada, y se puso a preparar su venganza. Esa noche llamó a una granja para hacer un pedido de diez cerdos y cien patos, y pidió que los llevaran a la dirección de su vecino, que al día siguiente tuvo un buen problema para tratar de librarse de los animales y sus malos olores. Pero éste, como estaba seguro de que aquello era idea de su vecino, en cuanto se deshizo de los cerdos comenzó a planear su venganza.

Y así, uno y otro siguieron fastidiándose mutuamente, cada vez más exageradamente, y de aquel simple papelito en la puerta llegaron a llamar a una banda de música, o una sirena de bomberos, a estrellar un camión contra la tapia, lanzar una lluvia de piedras contra los cristales, disparar un cañón del ejército y finalmente, una bomba-terremoto que derrumbó las casas de los dos vecinos…

Ambos acabaron en el hospital, y se pasaron una buena temporada compartiendo habitación. Al principio no se dirigían la palabra, pero un día, cansados del silencio, comenzaron a hablar; con el tiempo, se fueron haciendo amigos hasta que finalmente, un día se atrevieron a hablar del incidente del papel. Entonces se dieron cuenta de que todo había sido una coincidencia, y de que si la primera vez hubieran hablado claramente, en lugar de juzgar las malas intenciones de su vecino, se habrían dado cuenta de que todo había ocurrido por casualidad, y ahora los dos tendrían su casa en pie…

Y así fue, hablando, como aquellos dos vecinos terminaron siendo amigos, lo que les fue de gran ayuda para recuperarse de sus heridas y reconstruir sus maltrechas casas.

🙋‍ Un minuto para pensar…

¿Has pensado alguna vez que si normalmente no hacemos las cosas para hacer daño a los demás, lo más probable es que los demás tampoco las hagan para molestarnos? ¿Por qué crees que buscamos tan a menudo malas intenciones en lo que hacen otros?

🙋‍ Una buena conversación

Cuéntale a tu hijo algún malentendido que te haya ocurrido alguna vez, y los problemas que se ocasionaron