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El niño y los clavos

Había un niño que tenía muy mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma, clavase un clavo en la cerca del patio de la casa. El primer día, el niño clavó 37 clavos. Al día siguiente, menos, y así el resto de los días. Él pequeño se iba dando cuenta que era más fácil controlar su genio y su mal carácter que tener que clavar los clavos en la cerca. Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma ni una sola vez y fue alegre a contárselo a su padre. ¡Había conseguido, finalmente, controlar su mal temperamento! Su padre, muy contento y satisfecho, le sugirió entonces que por cada día que controlase su carácter, sacase un clavo de la cerca. Los días pasaron y cuando el niño terminó de sacar todos los clavos fue a decírselo a su padre.

Entonces el padre llevó a su hijo de la mano hasta la cerca y le dijo:

– “Has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en todos los agujeros que quedaron. Jamás será la misma. Lo que quiero decir es que cuando dices o haces cosas con mal genio, enfado y mal carácter dejas una cicatriz, como estos agujeros en la cerca. Ya no importa que pidas perdón. La herida siempre estará allí. Y una herida física es igual que una herida verbal. Los amigos, así como los padres y toda la familia, son verdaderas joyas a quienes hay que valorar. Ellos te sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan, comparten una palabra de aliento y siempre tienen su corazón abierto para recibirte”.

Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron con que el niño reflexionase sobre las consecuencias de su carácter. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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Niños

El niño y la luz

En un pequeño y lejano pueblo de China vivía un niño llamado Kang. Sus padres eran unos campesinos muy pobres así que los tres trataban de salir adelante como podían y sin poder permitirse ningún tipo de lujo. Tenían algo de comida y un techo bajo el que dormir, nada más.

El matrimonio soñaba con que algún día su hijo Kang pudiera estudiar. Ambos tenían muy claro que no querían para él la vida que ellos llevaban y aspiraban a que tuviera un futuro más prometedor en la ciudad.

Kang, consciente de esto, era un chico bueno, aplicado, inteligente y estudioso, pero cada día se encontraba con un problema que le ponía las cosas todavía más difíciles. Durante el día ayudaba a sus padres en las labores del campo, y cuando quería ponerse a estudiar, ya era de noche. Esto resultaba un gran inconveniente para él porque en su cabaña de madera no había luz artificial.

Estaba desesperado ¡Quería estudiar y sin luz no podía leer! Deseaba  aprobar los exámenes de la escuela y con los años poder ir a la universidad,  pero mejorar su educación a oscuras era totalmente imposible.

Un año llegó el crudo invierno y una noche se asomó a la ventana para ver el fabuloso paisaje nevado. Estaba ensimismado cuando se dio cuenta de que la nieve emitía una luz blanca muy tenue, muy bella pero casi imperceptible.

Kang, que era un muchacho muy listo, decidió aprovechar esa pequeña oportunidad que le brindaba la naturaleza. Se puso un viejo abrigo, se calzó sus estropeadas botas de cuero, cogió el material del colegio, y salió de la habitación caminando muy despacito para no hacer ruido.

La capa de nieve era muy espesa pero, a pesar de todo, se tumbó sobre ella. Abrió uno de sus libros y gracias a la luz blanquecina que reflejaba la nieve pudo leer y aprovechar para aprender. El frío era infernal y sus manos estaban tan congeladas que casi no podía pasar las páginas, mas no le importaba porque sentía que merecía la pena el esfuerzo. Permaneció allí  toda la noche y como ésa, todas las noches del invierno.

El tiempo pasó rápidamente y un día los rayos de sol de la recién llegada primavera derritieron la nieve. El pobre Kang observó con lágrimas en los ojos cómo su única oportunidad de poder estudiar se disolvía ante sus ojos sin remedio.

Después de cenar se acostó pero debido a la preocupación no pudo dormir. Harto de dar vueltas y más vueltas en la cama decidió salir a dar un paseo por el bosque en el que había pasado tantas horas en vela.

¡La visión que tuvo fue increíble! Contempló emocionado cómo la primavera se había llevado la nieve, sí,  pero a cambio había traído un montón de luciérnagas que iluminaban y embellecían las cálidas noches de marzo.

Se quedó un rato pasmado ante el hermoso espectáculo y de repente, tuvo una nueva gran idea.  Entró corriendo a su cuarto, cogió los libros y regresó al bosque. Se sentó bajo un árbol de tronco enorme y dejó que las luciérnagas se acercasen a él.

¡Bravo! ¡Su luz era suficiente para poder leer! ¡Se sintió tan feliz! …

Una noche tras otra repitió la misma operación y estudió bajo la brillante luz de los amigables bichitos. Gracias a eso pudo aumentar sus conocimientos y avanzar muchísimo en sus estudios. El chico era pobre y no tenía recursos, pero gracias a su sacrificio, esfuerzo y voluntad, consiguió superar una barrera que parecía insalvable.

Durante años estudió sobre la nieve en invierno y con ayuda de las luciérnagas en los meses de primavera y verano. El resultado fue que consiguió superar todas las pruebas y exámenes de la escuela con calificaciones brillantes.

Al llegar a la mayoría de edad entró en la universidad y llegó a convertirse en un hombre sabio y adinerado que logró sacar a su familia de la pobreza. La vida le recompensó.

Esta preciosa historia nos enseña que nunca hay que venirse abajo ante las dificultades. Con ilusión y esfuerzo casi todo se puede lograr. Vence los obstáculos y lucha por tus sueños. La vida te recompensará igual que al bueno de Kang.

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Fantasía Niños

El regalo de la princesa

El regalo de la princesa Érase una vez una pequeña princesa que al cumplir los diez años tuvo una fantástica fiesta. Había músicos, flores, helado de fresa y pasteles con glaseado rosa. Los invitados trajeron los más maravillosos regalos.

El rey, su padre, le regaló un poni blanco con una cola larga y un arnés azul plateado. La reina, su madre, la sorprendió con una vajilla de oro para sus muñecas. Había muchos regalos hermosos: un anillo de piedras preciosas, una docena de vestidos de seda, un ruiseñor en una jaula de oro; pero todos esperaban saber cuál sería el regalo del hada madrina de la pequeña princesa.

Igualmente, especulaban cómo llegaría a la fiesta, pues el hada era impredecible. Algunos decían que llegaría volando con sus alas doradas, otros, la imaginaban sobre el palo de una escoba. Pero para la fiesta de la princesa, el hada llegó a pie, con un vestido rojo y delantal blanco. Sus ojos brillaron cuando le entregó su regalo a la princesa. El regalo era muy extraño: ¡solo una pequeña llave negra!

—Esta llave abrirá una pequeña casa al final del jardín, ese es mi regalo de cumpleaños— dijo el hada madrina—. En la casita encontrarás un tesoro.

Entonces, tan repentinamente como había llegado, el hada madrina se había marchado con una sonrisa entre los labios.

Los invitados se preguntaban acerca de la casita, algunos de ellos fueron al final del jardín para verla. Sin embargo, lo que encontraron fue una pequeña cabaña con techo de paja, limpia y ordenada, pero ordinaria. Así que alzaron la nariz y regresaron al castillo.

—¡Qué regalo tan corriente y pobre! —dijeron.

La pequeña princesa puso la llave en su bolso de seda y se olvidó de ella por el resto de la fiesta. Al final, decidió visitarla.

La casita despertaba su curiosidad, porque era muy diferente a su castillo. El castillo tenía grandes ventanas de colores, pero la casita tenía geranios carmesíes que colgaban de las ventanas y cortinas blancas.

Entonces, abrió la puerta y entró. El castillo tenía muchas habitaciones, grandes y solitarias, pero la casita tenía una habitación, pequeña y muy acogedora. Allí encontró una chimenea cuyo fuego parecía bailar al son del agua que burbujeaba en un pequeño fogón.

La mesa estaba puesta para el té. Era un té común, acompañado de pan blanco, mantequilla, miel y leche. La princesa se sentó a tomar el té.

—Qué agradable era la casita— pensó—. ¡Qué inusualmente hambrienta estaba!

Aunque podía degustar los más exquisitos manjares en su castillo; en su propia casita descubrió que nada era tan delicioso como el pan con mantequilla, y que su leche sabía tan dulce como la miel.

Después del té, la princesa notó en un rincón de la casita, una máquina de coser con tela de lino y se puso a coser. El fuego de la chimenea bailó, el agua del fogón cantó y la máquina de coser zumbó alegremente. Fue tan maravilloso ese momento en la casita, que la princesa también comenzó a cantar. Ella cantaba como un pajarito, sin embargo, nunca antes lo había intentado.

—Te escuché cantar y me detuve—dijo una voz muy suave.

La princesa vio a un niño de su misma edad. Su cara era muy agradable, pero estaba vestido con ropa harapienta. Su camisa estaba tan llena de agujeros que apenas cubría su espalda.

—¿Qué estás cosiendo? — le preguntó.

La princesa no sabía hasta ese momento qué estaba cosiendo, pero lo comprendió de inmediato.

—Estoy cosiendo una camisa nueva para ti — respondió.

—¡Oh, gracias! — dijo el niño sonriendo.

Entonces, la pequeña princesa pensó en lo que había dicho su madrina:

—En la casita encontrarás un tesoro.

En la casita no había oro, ni nada de lo que ella consideraba un tesoro. Pero su corazón también cantaba. Eso lo era todo; su hada madrina le había dado el regalo de un corazón contento.

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Las arrugas

Amor a los abuelos

Enseñanza: Un pequeño homenaje a los abuelos, que siempre están dispuestos a pasar el tiempo con los niños.

Ambientación: Una familia normal.

Personajes: Un abuelo y su nieta Era un día soleado de otoño la primera vez que Bárbara se fijó en que el abuelo tenía muchísimas arrugas, no sólo en la cara, sino por todas partes.

– Abuelo, deberías darte la crema de mamá para las arrugas.

El abuelo sonrió, y un montón de arrugas aparecieron en su cara.

– ¿Lo ves? Tienes demasiadas arrugas
– Ya lo sé Bárbara. Es que soy un poco viejo… Pero no quiero perder ni una sola de mis arrugas. Debajo de cada una guardo el recuerdo de algo que aprendí.

A Bárbara se le abrieron los ojos como si hubiera descubierto un tesoro, y así los mantuvo mientras el abuelo le enseñaba la arruga en la que guardaba el día que aprendió que era mejor perdonar que guardar rencor, o aquella otra que decía que escuchar era mejor que hablar, esa otra enorme que mostraba que es más importante dar que recibir o una muy escondida que decía que no había nada mejor que pasar el tiempo con los niños…

Desde aquel día, a Bárbara su abuelo le parecía cada día más guapo, y con cada arruga que aparecía en su rostro, la niña acudía corriendo para ver qué nueva lección había aprendido. Hasta que en una de aquellas charlas, fue su abuelo quien descubrió una pequeña arruga en el cuello de la niña:

– ¿Y tú? ¿Qué lección guardas ahí?

Bárbara se quedó pensando un momento. Luego sonrió y dijo

– Que no importa lo viejito que llegues a ser abuelo, porque…. ¡te quiero!

Un minuto para pensar…

¿Cómo tratas a tus abuelos y otras personas mayores? ¿Has pensado alguna vez cómo fueron ellos de niños? Muchos abuelos ya no pueden correr ni jugar como antes, pero han vivido tanto que saben muchas historias ¿Les has pedido alguna vez que te las cuenten?¿Ereas capaz de escucharlas hasta el final?

Una buena conversación

Para los niños es importante conocer sus raíces. Cuéntale a tu hijo historias de los distintos miembros de la familia, de dónde proceden sus abuelos y bisabuelos, etc… Como le costará fijar su atención, puedes ayudarte de fotos y objetos familiares antiguos que despierten su curiosidad.

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Un videojuego para valientes

Moderación

Enseñanza: Pasar excesivo tiempo jugando a videojuegos puede provocar daños a largo plazo.

Ambientación: Un videojuego.

Personajes: Un niño, su tablet y un juego Adrián era el rey de los videojuegos, el más rápido con un tablet en la mano. Pasaba horas ante la pantalla, y esperaba las vacaciones para poder probar su nuevo juego. Según decían, su último nivel era el mejor que se había hecho nunca y, tras pasar días jugando, consiguió alcanzarlo. Al momento, luces y sonidos de fiesta lo rodearon, una niebla blanca lo cubrió todo y, en mitad del espectáculo… ¡el tablet tomó vida y se lo tragó!

Cuando se recuperó, Adrián estaba dentro del videojuego, y usaba su tablet para moverse a sí mismo. Emocionado, esperaba enfrentarse a los peores rivales. Sin embargo, su primer rival era un muro de cristal que no hacía nada. Adrián tocó su tablet para destrozar el muro pero, nada más tocarlo, una fuerza invisible lo levantó por los aires y comenzó a aplastarlo una y otra vez contra el cristal.

Adrián movía sus ágiles dedos sobre la superficie del tablet para liberarse, pero cuanto más lo intentaba, más golpes recibía. Él nunca se rendía, hasta que tras horas de golpes no pudo más y arrojó el tablet al suelo. Este se partió en mil pedazos, y al instante lo mismo ocurrió con el cristal. Sin el cristal, Adrián pudo descubrir una máquina para tratarlo como si fuera uno de sus propios dedos, programada simplemente para repetir sus movimientos.

– ¡Vaya!- se dijo – nunca había pensado lo mucho que hago sufrir a mis dedos mientras juego…

Dolorido y cansado, decidió seguir adelante. Al poco, quedó atrapado en una extraña pompa de jabón. La pompa voló hasta un lugar con mil luces brillantes, y allí se volvió loca, moviéndose sin control. Adrián disfrutó rebotando y dando vueltas en su interior, pero después empezó a cansarse. Al final, tantas luces y movimientos se le hicieron imposibles de aguantar.

Cuando ya no pudo más, Adrián cerró los ojos y se puso a llorar. Entonces cesaron las luces, la pompa se inundó, y el agua lo arrastró fuera. Mientras se alejaba, Adrián pudo descubrir que aquella pompa era simplemente uno de sus propios ojos.

– ¡Vaya! – se dijo – nunca había pensado lo mucho que hago sufrir a mis ojos mientras juego…

Todavía secándose las lágrimas, Adrián llegó a un parque precioso, con columpios, toboganes y todo tipo de diversiones, en el que otros niños jugaban y lo invitaban a entrar.

-¿Dónde está la trampa? – preguntó.

– En que no puedes jugar solo – le respondieron – si te quedas solo, desapareces.

Adrián se unió al resto de niños. Jugaron tantísimo tiempo que se olvidó de todos sus dolores, y se hizo muy amigo de todos. Sin duda fue la mejor parte del videojuego.

– ¡Vaya! – se dijo en voz alta- nunca pensé que jugar en un parque pudiera ser tan divertido.

Nada más decir esas palabras, todo desapareció, y se oyó una gran voz.

– ¡Has ganado! ¡Has completado el último nivel! ¡Fuera de aquí!

Adrián salió disparado del tablet, yendo a caer de nuevo en el sillón de su casa. Había sido toda una aventura y tenía ganas de repetir. Pero entonces se acordó de sus sufridos dedos, de sus doloridos ojos, y de lo bien que se lo había pasado en el parque jugando con los otros niños… y prefirió llamar a sus amigos para salir un rato a jugar.

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Un papá muy duro

👱‍ Fortaleza interior 👱‍

Enseñanza: La verdadera fortaleza se demuestra sabiendo soportar las dificultades con valentía, y no sometiendo a los demás por la fuerza

Ambientación: Un colegio cualquiera

Personajes: Dos niños y sus papás

👱‍ Ramón era el tipo duro del colegio porque su papá era un tipo duro. Si alguien se atrevía a desobedecerle, se llevaba una buena.

Hasta que llegó Víctor. Nadie diría que Víctor o su padre tuvieran pinta de duros: eran delgaduchos y sin músculo. Pero eso dijo Víctor cuando Ramón fue a asustarle.

– Hola niño nuevo. Que sepas que aquí quien manda soy yo, que soy el tipo más duro.

– Puede que seas tú quien manda, pero aquí el tipo más duro soy yo.

Así fue como Víctor se ganó su primera paliza. La segunda llegó el día que Ramón quería robarle el bocadillo a una niña.

– Esta niña es amiga del tipo más duro del colegio, que soy yo, y no te dará su bocadillo – fue lo último que dijo Víctor antes de empezar a recibir golpes.

Y la tercera paliza llegó cuando fue él mismo quien no quiso darle el bocadillo.

– Los tipos duros como mi padre y yo no robamos ¿y tú quieres ser un tipo duro? – había sido su respuesta.

Víctor seguía llevándose golpes con frecuencia, pero nunca volvía la cara. Su valentía para defender a aquellos más débiles comenzó a impresionar al resto de compañeros, y pronto se convirtió en un niño admirado. Comenzó a ir siempre acompañado por muchos amigos, de forma que Ramón cada vez tenía menos oportunidades de pegar a Víctor o a otros niños, y cada vez menos niños tenían miedo de Ramón. Aparecieron nuevos niños y niñas valientes que copiaban la actitud de Víctor, y el patio del recreo se convirtió en un lugar mejor.

Un día, a la salida, el gigantesco papá de Ramón le preguntó quién era Víctor.

– ¿Y este delgaducho es el tipo duro que hace que ya no seas quien manda en el patio? ¡Eres un inútil! ¡Te voy a dar yo para que te enteres de lo que es un tipo duro!

No era la primera vez que Ramón iba a recibir una paliza, pero sí la primera que estaba por allí el papá de Víctor para impedirla.

– Los tipos duros como nosotros no pegamos a los niños, ¿verdad? – dijo el papá de Víctor, poniéndose en medio. El papá de Ramón pensó en atizarle, pero observó que aquel hombrecillo delgado estaba muy seguro de lo que decía, y que varias familias estaban allí para ponerse de su lado. Además, después de todo, tenía razón, no parecía que pegar a los niños fuera propio de tipos duros.

Fue entonces cuando el papá de Ramón comprendió por qué Víctor decía que su padre era un tipo duro: estaba dispuesto a aguantar con valentía todo lo malo que le pudiera ocurrir por defender lo que era correcto. Él también quería ser así de duro, de modo que aquel día estuvieron charlando toda la tarde y se despidieron como amigos, habiendo aprendido que los tipos duros lo son sobre todo por dentro, porque de ahí surge su fuerza para aguantar y luchar contra las injusticias.

Y así, gracias a un chico que no parecía muy duro, Ramón y su papá, y muchos otros, terminaron por llenar el colegio de tipos duros, pero de los de verdad: esos capaces de aguantar lo que sea para defender lo que está bien.

👱‍ Un minuto para pensar…

Todos admiramos a las personas valientes pero, para serlo, hay que estar dispuesto a enfrentar algo que cuesta, duele o da miedo ¿crees que eso se puede hacer de repente, o hará falta entrenarse para conseguirlo? ¿cómo podrías entrenarte para ello? ¿Cómo reaccionas cuando algo sin mucha importancia te duele, te molesta, o te da miedo? ¿Podrías hacer algo para mejorar tus reacciones?

👱‍ Una buena conversación

La sociedad es mejor cuando las personas más fuertes, listas o valientes ponen sus cualidades al servicio de todos los demás, en lugar de usarlas solo en su propio beneficio. Cuéntale a tu hijo alguna vez en la que hayas ayudado a otros, y cómo te sentiste, y comparte también con él alguna ocasión en la que hayan sido otros quienes te han ayudado, y lo que significó para ti.

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Los juguetes ordenados

🎈 Orden y cuidado 🎈

Enseñanza: Una historia comprensible y divertida para explicar a los niños la importancia del orden respecto a sus juguetes y el cuidado de las cosas.

Ambientación: La habitación de un niño

Personajes: Un niño y sus juguetes

🎈 Érase una vez un niño que cambió de casa y al llegar a su nueva habitación vió que estaba llena de juguetes, cuentos, libros, lápices… todos perfectamente ordenados. Ese día jugó todo lo que quiso, pero se acostó sin haberlos recogido.

Misteriosamente, a la mañana siguiente todos los juguetes aparecieron ordenados y en sus sitios correspondientes. Estaba seguro de que nadie había entrado en su habitación, aunque el niño no le dio importancia. Y ocurrió lo mismo ese día y al otro, pero al cuarto día, cuando se disponía a coger el primer juguete, éste saltó de su alcance y dijo «¡No quiero jugar contigo!». El niño creía estar alucinado, pero pasó lo mismo con cada juguete que intentó tocar, hasta que finalmente uno de los juguetes, un viejo osito de peluche, dijo: «¿Por qué te sorprende que no queramos jugar contigo? Siempre nos dejas muy lejos de nuestro sitio especial, que es donde estamos más cómodos y más a gustito ¿sabes lo difícil que es para los libros subir a las estanterías, o para los lápices saltar al bote? ¡Y no tienes ni idea de lo incómodo y frío que es el suelo! No jugaremos contigo hasta que prometas dejarnos en nuestras casitas antes de dormir»

El niño recordó lo a gustito que se estaba en su camita, y lo incómodo que había estado una vez que se quedó dormido en una silla. Entonces se dio cuenta de lo mal que había tratado a sus amigos los juguetes, así que les pidió perdón y desde aquel día siempre acostó a sus juguetes en sus sitios favoritos antes de dormir.

 

🎈 Un minuto para pensar…

¿Te das cuenta de que siempre que no recoges algo, tiene que hacerlo otra persona con su esfuerzo?¿Has observado que los juguetes se estropean más cuando no se ordenan?

🎈 Una buena conversación

Habla con tu hijo sobre alguno de los juguetes favoritos de tu niñez,y de cómo su buen cuidado permitió que durase más tiempo y llegara a ser ese juguete especial. Pregúntale cuáles son sus juguetes especiales, y cómo le gustaría que estuvieran dentro de algunos años

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El niño que insultaba demasiado

🤸‍ Respeto y educación 🤸‍

Enseñanza: El trato irrespetuoso no solo perjudica a quienes lo reciben, sino a quienes lo realizan

Ambientación: Una pequeña ciudad antigua

Personajes: Un mago y un niño

🤸‍- ¡Oh, Gran Mago! ¡Ha ocurrido una tragedia! El pequeño Manu ha robado el elixir con el hechizo Lanzapalabras.

– ¿Manu? ¡Pero si ese niño es un maleducado que insulta a todo el mundo! Esto es terrible.. ¡hay que detenerlo antes de que lo beba!

Pero ya era demasiado tarde. Manu recorría la ciudad insultado a todos solo para ver cómo sus palabras tomaban forma y sus letras se lanzaban contra quien fuera como fantasmas que, al tocarlos, los atravesaban y los transformaban en aquello que hubiera dicho Manu. Así, siguiendo el rastro de tontos, feos, idiotas, gordos y viejos, el mago y sus ayudantes no tardaron en dar con él.

– ¡Deja de hacer eso, Manu! Estás fastidiando a todo el mundo. Por favor, bebe este otro elixir para deshacer el hechizo antes de que sea tarde.

– ¡No quiero! ¡Esto es muy divertido! Y soy el único que puede hacerlo ¡ja, ja, ja, ja! ¡Tontos! ¡Lelos! ¡Calvos! ¡Viejos! – gritó haciendo una metralleta de insultos.

– Tengo una idea, maestro – digo uno de los ayudantes mientras escapaban de las palabras de Manu- podríamos dar el elixir a todo el mundo.

– ¿Estás loco? Eso sería terrible. Si estamos así y solo hay un niño insultando, ¡imagínate cómo sería si lo hiciera todo el mundo! Tengo que pensar algo.

En los siete días que el mago tardó en inventar algo, Manu llegó a convertirse en el dueño de la ciudad, donde todos le servían y obedecían por miedo. Por suerte, el mago pudo usar su magia para llegar hasta Manu durante la noche y darle unas gotas de la nueva poción mientras dormía.

Manu se despertó dispuesto a divertirse a costa de los demás. Pero en cuanto entró el mayordomo llevando el desayuno, cientos de letras volaron hacia Manu, formando una ráfaga de palabras de las que solo distinguió “caprichoso”, “abusón” y “maleducado”. Al contacto con su piel, las letras se disolvieron, provocándole un escozor terrible.

El niño gritó, amenazó y usó terribles palabras, pero pronto comprendió que el mayordomo no había visto nada. Ni ninguno de los que surgieron nuevas ráfagas de letras ácidas dirigidas hacia él. En un solo día aquello de los hechizos de palabras pasó de ser lo más divertido a ser lo peor del mundo.

– Será culpa del mago. Mañana iré a verle para que me quite el hechizo.

Pero por más que lloró y pidió perdón, era demasiado tarde para el antídoto.

– Tendrás que aprender a vivir con tus dos hechizos: lanzapalabras y recibepensamientos. Bien usados podrían ser útiles…

Manu casi no podía salir a la calle. Se había portado tan mal con todos que, aunque no se lo dijeran por miedo, en el fondo pensaban cosas horribles de él y cuando esos pensamientos le tocaban eran como el fuego. Por eso empezó a estar siempre solo.

Un día, una niña pequeña vio su aspecto triste y sintió lástima. La pequeña pensó que le gustaría ser amiga de aquel niño y, cuando aquel pensamiento tocó la piel de Manu, en lugar de dolor le provocó una sensación muy agradable. Manu tuvo una idea.

– ¿Y si utilizara mi lanzapalabras con buenas palabras? ¿Funcionará al revés?

Y probó a decirle a la niña lo guapa y lo lista que era. Efectivamente, sus palabras volaron hacia la niña para mejorar su aspecto de forma increíble. La niña no dijo nada, pero sus agradecidos pensamientos provocaron en Manu la mejor de las sensaciones.

Emocionado, Manu recorrió las calles usando su don para ayudar y mejorar a las personas que encontraba. Así consiguió ir cambiando lo que pensaban de él, y pronto se dio cuenta de que desde el principio podría haberlo hecho así y que, si hubiera sido amable y respetuoso, todos habrían salido ganando.

Tiempo después, las pociones perdieron su efecto, pero Manu ya no cambió su forma de ser, pues era mucho mejor sentir el cariño y la amistad de todos que intentar sentirse mejor que los demás a través de insultos y desprecios.

🤸‍♂Un minuto para pensar…
A Manu le parece divertido reírse insultando a los demás ¿Crees que a los demás les gustará que se rían de ellos? ¿Crees que para reírse un rato vale cualquier tipo de gracia? ¿Qué podrías hacer antes de hablar para que tus chistes y gracias no resulten ofensivas para otros?

🤸‍♂Una buena conversación
Al principio del cuento Manu es temido por su poder, y al final es querido precisamente por su poder. Más exactamente por cómo usa ese poder. Habla con tu hijo sobre sus principales cualidades, y muéstrale cómo podría utilizarlas para el bien o para el mal. Háblale también de tus mejores cualidades, y cuéntale cómo las utilizas para mejorar tu vida y la de otros.